Como diría Pablo Iglesias, y tal suena el mecanismo
de mi reloj baratija, comprado en un típico mercadillo de Londres: tic-tac,
tic-tac. Restan apenas 24 horas para mandar la única carta de
felicitación que éstas navidades enviaremos.
Horas para la reflexión, jornada meditativa. Como si
no hubiéramos tenido tiempo suficiente, en estos cuatro años, para digerir un plato
que no ha dejado muy buen sabor de boca a muchos españoles.
Si aún no han reflexionado, háganlo, y ya, por Alá.
Les supondrá un esfuerzo mínimo comparado con la agonía de otros cuatro años de
más de lo mismo y “de tú más”. No se dejen influenciar por los medios de
comunicación, por el recuerdo de un pasado glorioso o por amigos y familia.
Porque votar, es serio.
Con cierta inquietud, anoche, durante un cerveceo
responsable y sin alcohol, escuchaba atentamente la anécdota de tres señoras
durante las pasadas elecciones europeas: una, la madre de una amiga, otra la
tía de la misma amiga, y la tercera, la abuela de mi amiga. Muy dispuestas ellas
a ejercer su derecho, agarradas del brazo, se fueron a ejercitar el sufragio
femenino. Y como no sabían a quién demonios votar y viendo unas papeletas en
las que se leía Podemos, pensaron, esto mismo. Agarraron tres sobres y los
depositaron en la urna. Al llegar a casa, el marido de la primera pregunta: ¿a
quién habéis votado? Y ésta, muy satisfecha, responde: a Podemos, un partido de
esos raros que hay por tal de no votar en blanco… Él, pepero y guardia civil de
profesión, imagínense el disgusto.
La heterogeneidad y el libre pensamiento es lo que
le da sentido a nuestra existencia. Para borregos ya están los prados y para
masas las de las pizzas. Por ello, si tu hermano, tu mujer, tu prima, compañero
de trabajo, tu mejor amiga o tu abuelo votan a PSOE, Podemos, Unidad Popular (IU), UPyD, PP,
Ciudadanos… o a chorizos vegetarianos, entre otros. ¡Qué más da! ¿A quién le
importa lo que yo haga o lo que yo diga? Emulando a Alaska. Mete en la urna lo
que te salga de dentro. Piensa en la bofetada a Rajoy, en las bofetadas a los
que luchaban porque no los echaran de sus casas, en los recortes, en cómo te
han afectado, en los atentados, en las armas, en los refugiados, en las bombas, en el pacto antiyihadista, en la sanidad, en la cultura, en las tarjetas black, en el caso Gúrtel, en la
Púnica, en Bárcenas, en el rescate a la banca, en el paro, los desahucios, en
Gran Hermano, en los tronistas, en la educación, en RTVE… y en los piojos que te pican. Y después,
no sólo basta con que te rasques, vota para que te deje de picar.
A los que me siguen ya podrán vislumbrar de qué pie
cojeo y de qué color es la muleta que me servirá de apoyo, mañana, para ir a
echar mi sobre navideño, con mis mejores deseos.
Deseos que muchos aún no tienen muy claros más allá,
se me olvidaba, de los de otra carta en las que seguro figuran algún que otro
aparato electrónico, atuendos de última moda o quién sabe qué otra “necesidad”
imperante.
Y entre compra y compra, tic-tac y tic-tac, debates
y cara a cara, tic-tac y tic-tac, comidas y cenas de empresa, tic-tac y tic-tac
vemos a ratos, muchos ratos, los datos de las encuestas. Que parece ser este
año, los encuestadores están “a full”.
Cuando aún no hemos asimilado los datos de una, ya están saliendo los de otra.
En fin, encuestas de los últimos días agotadoras, que fluctúan como el estado
de ánimo y el tiempo, y de las que yo no me fío. Porque al final, donde ponía
lluvia hace sol y donde hace viento hay calma chicha. Buda me cuide de cualquier
tipo de predicción y de que en cielo español no vuelvan a volar gaviotas.
Es curioso, a mi alrededor parece que Podemos, al
menos votar.